este enero me sorprendo.
mis sentidos son más sensibles a los sonidos que ocurren afuera, como el doble golpe metálico y rotundo de los cencerros de los caballos al pastar en el jardín.
de noche es la nana que me canto.
las mañanas son frías pero no hay un solo día, con taza de café calentito en mano, que la humedad me detenga a salir a la terraza a leer el territorio: cae el aguacero impetuoso mirándome desde arriba, de manera sutil oigo a una mirla alzar el vuelo por el flanco derecho, en el instante en el que pienso esto pasa delante de mis ojos con su plumaje castaño a la velocidad de un rayo, me hace sonreír.
«la esperanza es esa cosa con plumas» dice un verso de Emily Dickinson.
siguen acompañándome las de siempre: pinzones, gorriones molineros, grajas, pero mi corazón busca en el palpitar de las raíces de la encina una huella, pues es en su vibraje que toman la ruta las grullas desde Europa. estas casi pasan desapercibidas hasta que llegan a sus enclaves migratorios. serán más de 200.000 las que permanezcan en invierno en nuestra región. este año se hacen de rogar porque aún se extiende el calor donde han pasado el verano criando, nuestra deuda con ellas no para de crecer.
narro una biografía que a veces no logro descifrar.
la mía
la de la grulla
la de los cielos heridos
de las alas de la infancia.
lo intento escribiendo en mi diario, recuperando una memoria enamorada de la superficie de mis manos. la piel como lugar y lenguaje y de lo que es perceptible en unos ojos que caen.
entonces me repliego en mí misma, insisto en atender los sonidos que hace mi cuerpo en la intimidad de su laberinto. el hombro derecho, la lumbar izquierda, el pecho, el corte en la cabeza que me hizo mi perrita al lado contrario de una cicatriz, dibujándose una estrella. estrofas breves y susurros aflautados. los propongo identidad y canto para arrullar a esa niña en sus sueños, para reclamar el alimento, pues soy la más pequeña de la bandada.
según Aníbal de la Beldad, comunicador en la agencia EFE, las grullas llegan a recorrer más de 4.000 kilómetros de distancia volando en ocasiones a más de 9.000 metros de altitud.
las grullas vuelan siempre acompañadas por su grupo, supongo que es un poco como esta escritura que practicamos, se siente protegida por las suyas, sostenida, valiente.
🫀estaré encantada de leerte en comentarios contándome tu experiencia al paso de este poema. también puedes etiquetarme en instagram (@meraquilia) si compartes algún fragmento que te ha emocionado.
gracias, amiga, por leer un año más ❤. feliz año, te deseo un 2024 suavecito.
amor y vuelo.
🌱 🌱 querida, el claro en el bosque son ensayos breves gratuitos que puedes leer cuando quieras, tomar lo que te inspire y explorar tu propio relato, aunque, si te late, puedes sostener esta escritura en calma en el siguiente botón, de esta manera me regalarías tiempo para seguir dedicándome a lo que más amo: la escritura.